Querida familia:
Hemos entrado en el tiempo del adviento. Un tiempo de espera y de esperanza. Un tiempo de gracia que la Iglesia nos concede para que, durante cuatro semanas, meditemos acerca del Señor que viene.
Nuestra parroquia también se prepara para celebrar este gran acontecimiento que ha cambiado la historia de la humanidad y nuestra propia historia.
Nuestra vida es un continuo adviento. El Señor no solo vino hace más de dos mil años, el Señor no solo vendrá en el futuro, sino que también viene hoy, en cada hombre y en cada acontecimiento. Esto quiere decir que Jesús viene a mi encuentro, que pasa a mi lado para mostrarme la nueva vida que viene a traerme. Hemos encontrado la fuente de la vida de la cual brota la verdadera alegría, la verdadera vida.
Esta es nuestra esperanza: la espera de alguien que ya conocemos. Mi esperanza está en Alguien que está conmigo y que ha venido a mi vida. Tanto ha amado Dios al mundo que ha dado a su único Hijo para que el pueblo que caminaba en tinieblas viera una Luz.
Queridos hijos: nuestra vida, que está en la esclavitud, en la oscuridad del desierto y en el pecado ha visto una luz, ha visto la liberación. Jesús viene romper las cadenas que nos atan al mal, al pecado. Jesús viene a dar luz a mi oscuridad, a mi “no ver”, viene a enseñarnos el camino que nos lleva hacia el cielo.
Este adviento es para ver a Jesús, para buscar los bienes del cielo. Desprendámonos de aquello que me deja en las cosas de la tierra y que me impide ir al cielo. Rasguemos el corazón y quitemos los hábitos y vicios que no nos dejan ser felices. Dejemos que Dios sea Dios en nuestra vida y dediquemos tiempo a estar con Él en el silencio de la oración. Es en la oración, en el Silencio donde Él cambiará el agua de nuestro corazón en vino. Aprovechemos para visitar a Jesús que está con nosotros en el Sagrario. En el tú a Tú el Señor hará su voluntad en tu corazón.
Qué grande es Jesús que no deja de sorprendernos. Qué grande es Jesús que nos muestra su amor y nos acompaña, aunque no lo veamos, en el dolor, en la cruz y en el sufrimiento. Es ahí donde vemos a Jesús que viene. Viene a tu cruz, a tu dolor, a tu sufrimiento y a tu incomprensión. Para el Señor no hay ningún pelo de nuestra cabeza que no sea contado.
Este adviento es nuevo. No puede ser como el de otros años. Este año es el año del cambio de vida y del abandono en los brazos amorosos del padre. Que estos días que estamos preparando exteriormente las fiesta de la navidad nos preparemos también interiormente con la buenas obras de la Fe.
Para este camino contad con la oración de vuestros sacerdotes que os acompañan en este camino.
Un fuerte abrazo.
Isaac Parra